viernes, 12 de julio de 2013

Cuando Nintendo no es suficiente

A mediados de mi infancia, fui uno de esos niños que tuvo la dicha de conocer el mundo de los vídeo-juegos siendo poseedor de varias consolas. Recuerdo que una de las primeras con las que tuve contacto fue la popular Atari (creo que la 2600), jugando aquel juego de carreras en el que te desplazabas por una pista infinita por horas y horas y horas hasta que finalmente te aburrías. Sin embargo, la Atari no llegó a ser una consola conectada a la TV de mi cuarto. 

Si la memoria no me falla (lo cual es poco probable pues ésta es bastante mala), la primera consola que tuve fue la NES (Nintendo Entertainment System), conocida en mi país Venezuela como Nintendo Americano (vale la pena tener en cuenta que el modelo que se vendió en Japón tenía un diseño bastante diferente al que conocimos en occidente, por lo que puede ser que de esto resulte lo de Americano). 


Famicom (Nintendo japonés, a la izquierda) y el Nintendo Americano (a la derecha).

Mis memorias respecto a la NES son pocas. Recuerdo haber jugado Mario Bros. 1, 2 y 3, y no haber terminado ninguno de ellos (decepción total). ¿Y cómo olvidar el Duck Hunt? Ya saben, aquel juego en el que disparábamos con una pistola a la pantalla con el objetivo de cazar patos (y admitan que todos hicimos trampa pegando la punta de la pistola a la pantalla, no digan que no). Quizás sea Duck Hunt el juego en el que muchos conocimos a nuestro primer personaje detestable en el mundo de los vídeo-juegos, aquel perro imbécil que salía de entre los matorrales a burlarse de nosotros cuando fallábamos cazando los condenados patos. 


Lo que siempre quisimos hacer :)

Ya unos años después de iniciada mi vida como nintendero, llegó la que considero la mejor consola fabricada por la gigante japonesa de la gran N, la Súper Nintendo (Súper Famicom en Japón). Fue durante su reinado que pude pagar mis deudas con la generación anterior de consolas, es decir, pude terminar esos juegos que antaño no pude en la NES. Los años de la SNES comprenden lo que se conoce como la Era Dorada de los Vídeo-Juegos, gracias en parte a la existencia de la gran competidora de Nintendo entre finales de los 80 y mediados de los 90, Sega. Tuve la fortuna de poseer una Sega Génesis (Mega Drive en Europa y Japón), en la que pude conocer a mi mascota favorita del mundillo vídeo-jueguil, hablo de Sonic (¡DAAHHH!).




A pesar de disfrutar mucho esta era dorada, fue durante los años de la Nintendo 64 cuando conocí la que hasta hoy es mi saga de juegos preferida, The Legend of Zelda. Esta franquicia ha estado bastante cerca de convertirse en la única razón por la cual sigo comprando consolas de Nintendo. De hecho, la existencia en el mercado de TLOZ: The Wind Waker, y el desarrollo de TLOZ: Twilight Princess, fueron las razones por las cuales adquirí una Nintendo Game Cube




Fueron pocos los títulos que pude disfrutar en la Game Cube, tomando en cuenta que la adquirí en sus últimos años de vida, que además coincidían con mis tiempos como estudiante de pregrado en la universidad. 

En 2008 compré una Nintendo Wii con uno de los primeros sueldos de mi vida (¡WIIIIIIIIIIII!). Lo que más me llamó la atención de la Wii era su forma innovadora de jugar. Pasé muchas horas entretenido con el Wii Sports, un juego gráficamente con mucho que desear para la época, pero que tenía la contraparte de ser muy adictivo y divertido. 

Es cierto que la Wii ha sido la consola de sobremesa más exitosa de Nintendo, en cuanto a ventas se refiere. Sin embargo, gran parte de su catálogo estuvo conformado por títulos para jugadores casuales, lo cual me decepcionaba un poco. No me malentiendan, no digo que los juegos casuales sean malos, lo que quiero hacer notar es que cuando gran parte del catálogo de tu consola está conformado por estos títulos, sientes que te estás perdiendo de mucho. 

Empecé a mirar a lo que ofrecía Sony, y me interesé mucho por una PS2, considerada por muchos como la consola más exitosa de la historia. Uno de los factores que me hizo mirar de la gran N hacia las siglas PS fue mi creciente interés en la saga Final Fantasy. Mi primer contacto con esta franquicia ocurrió a través de la pantalla de una Gameboy Advance SP, con el título Final Fantasy: Dawn of Souls, que incluía las dos primeras entregas de esta larga cadena de RPGs. Después de jugar los FF I, II, V, y VI en la GBA, y los III y IV en la Nintendo DS, quise seguir probando los siguientes títulos, pero me encontraba con el problema de que Nintendo no tenía más que ofrecerme al respecto. (¡No se les ocurra mencionarme FF Crystal Chronicles!)

En Navidad de 2011, recibí una PS3 de regalo. (Sí, PS3, no 2, sino 3). Esta no fue siempre mi elección, pero como dicen por ahí: "a caballo regalado no se le mira los dientes". El primer juego que terminé en esta consola fue... ¿ya adivinaron? ¡sí, Final Fantasy XIII! PS3 me abrió la puerta a una serie de franquicias que vale la pena jugar para todo aquel que se considere un gamer. Por ejemplo, God of War, Little Big Planet e InFamous, son parte de los grandes exclusivos que esta consola nos ofrece. Otro aspecto que me engancha a PS3 y que la hace mi consentida de la séptima generación, es el relanzamiento de títulos de la generación anterior pero en alta definición y en atractivas colecciones (lo cual mi bolsillo agradece). El disfrute de colecciones como God of War Collection, God of War Origins Collection, Devil May Cry HD Collection o The ICO and Shadow of the Colossus Collection, enterraron mis aspiraciones de tener una PS2. 

...

¡Ya va! ¿Y que pasó con Final Fantasy? Pues por ahí viene una colección de FF X y FF X-2 en HD. 

Con estas memorias termino este post sobre uno de mis principales hobbies. Es mucho lo que quiero contarles al respecto, pero es material que estoy ordenando en mi cabeza para futuros posts. 

¡Saludos!


                                                                                                            marco-math

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